La baja rentabilidad comercial y la ausencia de estados subsidiarios hicieron que habitantes de los núcleos rurales optaran por alternativas de mutua ayuda para resolver sus necesidades energéticas.
Y es que las bajas utilidades en términos comerciales, más las respuestas poco efectivas por parte del sector público, motivaron la creación de estas entidades, que responden a problemas muy arraigados y que además contribuyen de manera sustentable al desarrollo de las energías renovables no convencionales (ERNC).
El caso de la Asociación Nacional de Cooperativas Eléctricas de los Estados Unidos (NREC) es un fiel reflejo de esta realidad. La depresión durante la década de los años treinta tuvo un impacto especialmente grande en el mundo rural, que en su mayoría carecía de electricidad, a diferencia de los núcleos urbanos, el 80% de los cuales contaba con unos radiotransmisores.
La historia de la NREC fue impulsada por agricultores que en aquellos difíciles años necesitaban resolver “sus propios problemas”. Pero pocos se imaginaban que casi nueve décadas después suministraría electricidad a más de 46 millones de habitantes y agruparían a cerca de 900 cooperativas asociadas.
Ni el cambio de mileno ni las distancias fueron obstáculo para el auge a nivel mundial de estas experiencias asociativas. Es así que en 2013 surgió la Federación Europea de Cooperativas de Energías Renovables, RESCoop, que en la actualidad agrupa a más de 1.500 cooperativas vinculadas con el desarrollo experimental de las energías renovables no convencionales y que buscan consolidar la llamada “democracia energética”.
El sector en Chile
En Chile, los gobiernos de mediados del siglo XX impulsaron la modernización del sector rural a través de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo) y de la Empresa Nacional de Electricidad (Endesa, entonces una empresa púbica).
Las autoridades de la época promovieron un primer ciclo del modelo empresarial cooperativo como eje para consolidar este proceso, constituyendo cerca de 20 cooperativas de electrificación rural en el espacio comprendido entre las regiones de Coquimbo y Los Lagos, de las cuales actualmente subsisten siete, que están agrupadas en la Federación Nacional de Cooperativas Eléctricas, Fenacopel.
Asimismo, la tricontinentalidad chilena y la extensión geográfica son realidades que posicionan al cooperativismo eléctrico como uno de los ejes impulsores de la conectividad y el desarrollo nacional. Actualmente sectores como Socoroma, Putre, Isla Mocha y San Pedro de Atacama, o las zonas aisladas de Calbuco se benefician del sistema cooperativo.
Paralelamente, hace poco se constituyeron las cooperativas de energías renovables no convencionales, ejemplo latente de que en Chile el cooperativismo eléctrico está plenamente vigente y busca encarar nuevos desafíos.